domingo, 18 de noviembre de 2012

Despedida

Pasé seis días en el hospital. Recuerdo que sentí un fuerte dolor en el abdomen, me desmayé y desperté en la cama de una clínica. Me enfada que no respeten mi decisión. No quiero recibir tratamiento. Un doctor entra y dice que me realizaron varios estudios. Me detectaron un tumor en el estómago, infección en los riñones y todos mis síntomas son de un cáncer generalizado. Recomendó un tratamiento que no va a curarme. Solo ayudará a disminuir el sufrimiento. “Soy la dueña de mi cuerpo. No quiero prolongar la agonía”, le contesté.
Tuve una terrible discusión con Alejandro. Intenté que firmara un papel en el que se comprometía a no hospitalizarme. Se puso furioso. Dijo que él decidía lo mejor para mí. Con la poca fuerza que aún tengo le solté una bofetada y le grité: ¡Tú no decides por mí, ni en mi vida ni en mi muerte! Llorando de angustia, dijo que él también estaba asustado.
¡Me vale madre tu miedo! No voy a permitir que por tu cobardía me mandes al hospital. No quiero que me traten como a un animal de laboratorio.
Buscaba herirlo con mis palabras. Deseaba hacerlo enojar para que gritara que no quería verme morir. Ansiaba escucharlo decir que me amaba a pesar de todo. Nada sucedió.
Alejandro aceptó firmar el papel. Me abrazó y aseguró que no estaba sola. Intenté decirle lo contrario pero me faltaron fuerzas y ganas. 
Estoy de regreso en casa. No he podido levantarme porque tuve una crisis. Llamaron al doctor para que me inyectara morfina. Es la única forma de aminorar el dolor. Dice Alejandro que estuve gritando y llorando. No me acuerdo de nada.  Entre sueños sentí su cuerpo recostarse a mi lado. Le decía que sentía mucho frío. Me contestaba que tenía cuatro cobijas. Yo aseguraba que era la muerte.
Él me hablaba al oído. Tierna y repetidamente me decía que no era la muerte. Para calentarme me frotaba con sus manos y me abrazaba. Aseguraba que era la reacción de la medicina.
Comencé a experimentar una tranquilidad desconocida. Ya no tenía frío. No sentía rencor. El dolor era fuerte pero  podía soportarlo. Mi vida se estaba extinguiendo. Alejandro me besó. Cerré los ojos. El dolor ha desaparecido. Es hora de partir.
Mi madre decía que hay amores nocivos, pero el mío fue un amor que mata. 

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