lunes, 22 de octubre de 2012

Este blog forma parte del proyecto narrativo Cuéntalo Todo, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen dentro de la materia Redacción Universitaria del Departamento de Humanidades, División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco


La visita


Es domingo. ¡Qué flojera levantarme! El día está nublado, frío, triste. Regreso a la cama. Pienso en nuestro último encuentro. Tres semanas han pasado. No volvió a llamar. Yo  
sigo como pendeja esperando.

¿Por qué me sorprende su ausencia? Si lo hace frecuentemente. Viene se satisface y se va. Me siento usada.

A medio día el teléfono suena. Perdí la esperanza de que sea él. Es mi hermana, Ana. Me comenta que vendrá a visitarme.


Sé que un poco de compañía me hará sentir mejor, pero reconozco que no me agrada la idea.  En fin, no tengo planes. Veo a mi alrededor. La casa está desordenada.


Rápido, pero sin esmero, recojo mi desmadre. Por fin termino. Estoy exhausta. Me siento muy agotada.

Escucho el timbre. Ya llegaron. Es Ana, acompañada de Joaquín, su esposo, y sus tres hijos.


Ellos trajeron la comida. Ana me acompaña a llevar todo a la cocina. De reojo, veo a Joaquín desparramarse en mi sillón favorito. Mis tiernos sobrinos no paran de correr por toda la casa.



Un tronido fuerte nos asusta a todos. Es una ventana. Los niños patearon el balón dentro de la casa. Joaquín los regaña,  pero nunca dice que pagaría el desperfecto.


Después del incidente, disfrutamos  de una deliciosa paella.   Ya en la sobremesa, Ana dice que me ve flaca y desmejorada. Le digo que ya lo había notado. Le comento que despierto cansada y  me cuesta mucho trabajo levantarme.


Me da el número de su doctor. Prometo hacer una cita. Estoy segura que solo necesito unas buenas vitaminas y unas largas vacaciones.

El resto de la tarde transcurrió sin contratiempos. Cuando se retiraban, sentí que todo me daba vueltas y me desvanecí. Tardé en recuperar el conocimiento. Al abrir los ojos vi el rostro asustado de todos. Se ofrecieron  llevarme al hospital.  Me negué rotundamente. Justificando que solo  necesitaba descansar. 


Se despidieron preocupados. Ana promete llamar al otro día.  Por fin se fueron. Me dispongo a dormir, pero no puedo.  El recuerdo de él me quita el sueño. Suena nuevamente el teléfono. Oigo su voz. ¡Es él, Alejandro!




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